Cataratas Victoria, entre Zimbabwe y Zambia
turismo
Las cataratas victoria son uno de los saltos de agua más impresionantes del mundo entero. Con una extensión de 1,7 km de ancho y unos sorprendentes 108 m de altura, las cataratas se ubican entre las tierras de Zambia y Zimbabwe, arrojando más de 500 millones de litros de agua sobre el sensacional río Zambezi. Esto genera una explosión de agua que puede observarse incluso a 30 metros de distancia, en los alrededores, numerosas criaturas exóticas se acercan a beber agua y descansar a las sombras de la espesa vegetación circundante, que ofrece un oasis natural maravilloso.
Flora y Fauna
La vegetación que crece a las orillas y en las diversas islas proporciona un hábitat muy adecuado para un gran número de aves. Por ejemplo: los halcones teita, las jacanas, cigüeñas negras, el ibis piquegualdo y el jabirú.
En cuanto a los mamíferos se pueden apreciar a los elefantes, hipopótamos, búfalos, pucús y antílopes ruano y sable.
La descripción de Carlos Livingstone parece dar una idea más grande, más viva y más exacta de este fenómeno de la naturaleza.
“Después de haber navegado durante veinte minutos, desde Kalai, descubrimos las columnas de vapores, justamente llamadas de humo y que, a la distancia en que nos hallábamos, unos 9 ó 10 Km., harían creer en un devastador incendio de pastos, como los que se ven a menudo en África. Estas inmensas columnas se ven en número de cinco, y ceden al soplo del viento. Desde el lugar donde nos encontrábamos, la línea de estas columnas de humo va a perderse en medio de las nubes; son blancas en su base y se oscurecen en Jo alto, lo que aumenta su semejanza con el humo que se eleva del suelo.
Todo el paisaje es de belleza indescriptible; grandes árboles de matices y formas variadas adornan los bordes del río y las islas de que está sembrado; cada uno tiene su fisonomía particular y algunos de ellos están cubiertos de flores. El mohomo plateado, que en esta región es parecido al cedro del Líbano, forma un bonito contraste con el oscuro motsuri, que tiene el aspecto de un ciprés y cuyo tinte moreno es realzado por sus frutos escarlata. Alturas de 100 a 130 m, cubiertas de árboles, que permiten vislumbrar entre ellas el matiz rutilante del suelo que limitan la vista por tres lados. No faltan al paisaje más que cimas nevadas confundidas con el horizonte. Nuestra atención se desvía de estas islas deliciosas hacia los rápidos, cuyo aspecto y voz rugiente no puede menos que producir algún malestar a todos aquellos que no los han visto nunca.
Solamente cuando el río está muy bajo, como hoy (9 de agosto de 1860), puede uno aventurarse a la isla situada al borde del despeñadero, donde van a caer las aguas. Si se abordase el río, y hubiera alguien en la isla en el momento de la inundación, sería necesario permanecer en ella hasta que las aguas se hubieran retirado completamente.
En cuanto llegamos a la altura de los rápidos se nos recomienda guardar un profundo silencio. Abordamos sanos y salvos en la isla del Jardín, que, situada en medio del río, se extiende hasta el borde mismo del abismo. Ganamos la extremidad,
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